Los hombres acudieron a Sigmar,
el valiente guerrero.
Le convirtieron en su jefe,
favorecido por los dioses.
Que no seamos presa de los orcos y los goblins
porque ha llegado la hora de la Humanidad.
Noticias le llegaron a Sigmar de unos incursores goblins
una poderosa partida de guerra,
cargada de botín,
con cautivos encadenados,
regocijándose en la matanza.
Los hombres acudieron al desfiladero
y Sigmar se encontraba entre ellos.
Aniquiló a los goblins,
detuvo a la horda
con un muro de valientes hombres
en los días anteriores al hierro.
Grande fue la victoria
rescatado fue Kurgan, el Barba de Hierro,
el primero entre los enanos, un Alto Rey.
Viejo y de larga barba, encadenado por los goblins, sujeto a un rescate,
liberado por Sigmar, el más valiente de los hombres.
Nunca en mis largos años
he visto tal matanza de la raza goblin, ni de la orca,
ni siquiera en los días de mi juventud
en las montañas de los enanos.
Así habló el rey Kurgan.
Poderoso es Sigmar,
aquel que ha salvado al rey enano
del deshonor.
¿Cómo puedo recompensarlo?
Acudid a mis salones, festejemos
en honor a la victoria.
Toma este martillo.
Un martillo de guerra,
un martillo de hierro
que cayó del cielo
con dos lenguas de fuego
desde las forjas de los dioses.
Labrado por un herrero rúnico,
Ghal-Maraz es su nombre,
el Revientacráneos.
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